El ser humano está inevitablemente destinado a relacionarse con las personas de nuestro entorno, con nuestros padres, hermanos, compañeros de trabajo, amigos/as, vecinos y por supuesto sin olvidarnos también de la relación con nuestras parejas. Nuestro mundo está forjado por aquello que directamente existe en nuestra conciencia y queramos o no, somos interdependientes con todos ellos. Hasta aquí entenderemos que siempre hay un vínculo que nos une a todos ellos en una medida u otra, seamos conscientes de ello o no y estén presentes o no.
El problema aparece cuando las relaciones se convierten en vínculos dependientes y estamos supeditados a los demás queriendo que nos llenen aquellos aspectos los cuales no nos hemos hecho responsables nosotros mismos, a partir de ese momento la tendencia inconsciente es la de querer que otros se hagan cargo de ello, pretendiendo cosificar a las personas con las que nos relacionamos. Estaremos queriendo controlar consciente o inconscientemente a las personas de nuestro entorno más cercano para que siempre ocupe ese vacío y así obtener aquello que siento me falta, ya sea amor, seguridad, confianza, dinero, inteligencia o voluntad. Desde este punto de vista la persona dependiente elaborará sus propias estrategias para conseguir si o si su objetivo, en el fuero más profundo de una persona dependiente anuncia que “quiero que el otro llene, satisfaga o cubra aquellos aspectos que tengo en déficit o vacíos”.
Dentro de una relación dependiente con cierta toxicidad se establece el triangulo de víctima, verdugo y salvador. Estos tres arquetipos se activan y son alimentados por la proyección de culpabilidad en las interacciones humanas destructivas. Las cuales tienen lugar cuando dos o más personas están en conflicto. Dentro de la relación con esta triangulación de los tres arquetipos hay latente una pregunta a la cual no se le puede encontrar respuesta, y es, ¿cómo es que quiero dejar la relación con esta persona y hay algo, que no se lo que es, que hace que siga con él/ella o lo deje pero relativamente al poco tiempo vuelva a reanudar la relación?, bien, esta es la parte interesante de esta cuestión.
La persona que se plantea esta pregunta, sin saberlo se está dejando suplantar su verdadera identidad mediante la culpabilidad, siendo este un juego psicológico. Esto empieza cuando la otra parte de la relación no está cumpliendo lo que él/ella espera y lo establece mediante la presión de ciertos enfados y desacuerdos desmesurados a través de reproches, ataques personales y brotes de ira, si esto no funciona, recurrirá a la victimización, al pobrecito/a de mi con lloros y lamentos acompañados de entonaciones verbales que presentan cierta fragilidad queriendo dar lastima, siendo una estrategia más para conseguir sus propios fines, que anuncian “hazte cargo de mi”, además se le puede sumar también, silencios castigadores evitando el contacto visual, todo ello para que el otro ceda a sus demandas y peticiones.
Esta actitud provoca en la otra persona un sentimiento de desorientación, de no saber lo que sucede, ya que la comunicación está totalmente ausente, entonces en un intento de desesperación uno necesita encontrar respuestas, ya que lo que le está sucediendo le hace sentir en un “limbo”. Como la respuesta tampoco llega, automáticamente como se necesita “llenar” ese vacío existencial a lo que acontece, uno/a misma/a se da una respuesta y es “yo tengo la culpa de esto” adjudicándose como la causa del problema y sintiéndose culpable.
La solución sin solución, a partir de ese momento ya se ha entrado en el triángulo dramático, se ha tragado el anzuelo. Entonces, por un lado tiene el frente de que no quiere seguir con esa persona y siente que si deja la relacion se sentirá culpable, se encuentra entonces, en un callejón sin salida y atrapado a merced del otro sin poder encontrar la solución y que podríamos llamar un oxímoron o polaridad irreconciliable, haga lo que haga salgo perdiendo.
El mensaje oculto detrás de los enfados, reproches o silencios castigadores de un dependiente emocional siempre es el mismo, siéntete culpable por no cumplir con mis deseos, expectativas o hazme sentir especial. Estos mensajes se manifiestan de la siguiente forma.
Si os fijáis en cada una de estas afirmaciones hay una condición implícita detrás del “pero”. El “pero” siempre es una negación y oposición de lo anteriormente dicho, te amo (sentimiento). Por lo tanto, el enfado o descontento aparece como el “pero…” en oposición al “te amo”, produciendo en la otra persona una fragmentación mental, ya que cuando se enfada (comportamiento), eso mismo está en contraposición a lo que dice (siente y piensa), siendo esta una manifestación disfrazada de su dependencia emocional y de sus propios intereses personales y ocultos , y no de una manifestación real de que ama a la otra persona, sino más bien de un juego psicológico persuasivo para conseguir sus propios fines como la seguridad, valoración, protección, admiración, confianza, etc.
Como decía anteriormente, esta controversia que a la vez es en si misma una contradicción crea también a la vez una parálisis mental, llevando a la persona a “no saber y estar perdido/a” que como ajuste psicológico terminará como os comentaba antes, o bien complaciendo las demandas de la otra persona en contra de su voluntad o a sentirse culpable si no lo hace o sale de la relación.
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