¿Cómo se originó?
Un Curso de Milagros comenzó con la decisión súbita de dos personas de unirse en un objetivo común. Sus nombres eran Helen Schucman y William Thetford, Profesores de Psicología Médica en la Facultad de Medicina y Cirugía de la universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York. En realidad no importa quiénes fueron ellos, excepto que la historia muestra que con Dios todas las cosas son posibles. Eran cualquier cosa menos personas espirituales. La relación entre ellos era difícil y a menudo tensa por causas concernientes a la aceptación y el estatus personal y profesional. En general, ambos habían hecho una inversión considerable en valores mundanos. Sus vidas difícilmente estaban de acuerdo con nada de lo que el Curso postula. Helen, quien recibió el material, se describe a sí misma así:
Psicóloga, educadora, conservadora en teoría y atea en creencias, yo trabajaba en un entorno prestigioso y de alto nivel académico. Y entonces algo ocurrió que desencadenó una cadena de acontecimientos que nunca podía haber previsto. El jefe de mi departamento inesperadamente anunció que estaba cansado de los sentimientos de enfado y agresividad que nuestras actitudes reflejaban, y concluyó que “debe haber otra manera.” Como si fuera una señal, accedí a ayudarle a encontrarla. Aparentemente este Curso es la otra manera.
Aunque sus intenciones eran serias, tuvieron una gran dificultad en comenzar su aventura conjunta. Pero ellos le habían dado al Espíritu Santo la “pequeña disposición” que, como el Curso mismo enfatiza una y otra vez, es suficiente para habilitarle a Él para usar cualquier situación para sus propósitos y aportar Su poder.
Continuando la narración de Helen en primera persona:
Tres meses asombrosos precedieron al inicio de la redacción. Durante ese tiempo Bill sugirió que escribiera los sueños altamente simbólicos y las descripciones de las extrañas imágenes que me venían. Aun cuando me había vuelto para entonces más acostumbrada a lo inesperado, me sorprendí mucho cuando escribí, “Esto es un curso de milagros” Esa fue mi introducción a la Voz. Ésta no hacía ningún sonido, pero parecía darme un tipo de rápido dictado interno que yo transcribía en taquigrafía en una libreta. La escritura nunca era automática. Podía interrumpirse en cualquier momento para retomarse de nuevo más tarde. El procedimiento me resultaba muy incómodo, pero nunca se me ocurrió seriamente parar. Parecía ser una misión especial que yo de alguna manera había acordado completar. Representaba una auténtica aventura colaborativa entre Bill y yo misma, y mucho de su significado, estoy segura, radica en eso. Yo transcribía lo que la Voz “decía” y se lo leía a Bill al día siguiente, quien pasaba a máquina mi dictado. Supongo que él también tenía su propia misión. Sin su estímulo y apoyo yo nunca habría sido capaz de cumplir la mía. Todo el proceso llevó aproximadamente siete años. El Texto vino primero, después el Libro de Ejercicios, y finalmente el Manual para el maestro. Al material recibido sólo se le han hecho unos pequeños cambios menores. Los títulos de los capítulos y los subtítulos se han insertado en el Texto, y algunas de las referencias más personales que ocurrieron al principio se han omitido. Por lo demás, el material no tiene cambios substanciales. (En realidad, los cinco primeros capítulos fueron fuertemente editados, ya que en su versión original, llamada Urtext, tienen más del doble de la extensión de la versión publicada que viene a continuación. Esta versión original puede encontrarse en algunas páginas web. N. del T.)
Los nombres de Helen y Bill, que transcribieron el Curso, no aparecen en la portada, porque el Curso puede y debiera considerarse por sí mismo. No es la intención del Curso convertirse en la base de otro culto más. Su único propósito es proporcionar un camino en el que algunos serán capaces de encontrar su propio maestro interno.