El perdón es el recurso por el cual salimos de la rueda del karma, si entendemos que el karma solo es nuestra propia idea proyectada, sea buen o mal karma, entenderemos que todo aquello que no hayamos perdonado en nosotros mismos y en lo que pensamos o sentimos de los demás estaremos obligados a volverlo a vivir para discernir qué es eso que no hemos resuelto en nuestra relación kármica con otras personas. Tanto aquello que considero me han hecho, como aquello que considere les he hecho a otros.
La raíz de no perdonarnos en cuanto a víctimas, victimarios y salvadores es nuestra propia condenación.
Esperar a que otros nos pidan perdón por lo que nos han hecho, nos posiciona en una actitud pasiva, esperando a recibir un perdón externo, esto nos posiciona en el victimismo haciendo que proyectemos tácitamente culpabilidad por el supuesto daño que nos han infringido, por lo tanto implícitamente hemos creado un victimario. La rueda del karma te aprisiona, no por lo que te hacen, sino más bien por no perdonar lo que pensaste te han hecho.
Si defiendes la imagen de quién crees ser, te habrás identificado con algo que tiene miedo a ser cuestionado. Si lo que crees que eres puede ser cuestionado ¿es entonces esa imagen tu verdadero Ser o es una idea de ti mismo/a en la cual te identificas creyendo ser ella?
Si consideras que una persona te ha hecho daño y no lo perdonas, entonces quedas atrapado en la rueda kármica, ya que te sientes víctima de él proyectándole culpabilidad. Si por lo contrario tú como victimario te sientes culpable por pensar que eres el hacedor del sufrimiento de otros al no cumplir con lo que se exige en esa relación, inconscientemente te estás introyectando culpabilidad a ti mismo/a. Si se es consciente de este juego de proyecciones de culpabilidad y se consigue ver el entramado psicológico, podrás llegar a perdonarte a ti mismo/a y es entonces cuando sales de la rueda kármica.
PREGUNTAS FRECUENTES
Mi experiencia de perdón con mi padre:
Recuerdo que desde la adolescencia hasta los 24 años odiaba muchísimo a mi padre porque quería que él fuese de una determinada manera, mis pensamientos y emociones acerca de él eran de rabia, frustración e impotencia porque él no se comportaba como el padre que yo deseaba. Durante esos años mi relación con él estuvo llena de discusiones, enfados y una fuerte sensación de rechazo la cual le proyectaba. Él, por su parte se sentía desplazado y excluido por mí, ya que en algunas ocasiones me lo hacía saber con su malestar y algunos reproches. En esos momentos me afianzaba mucho más en mi identidad de víctima viéndolo a él como mi propio victimario por no ser el padre que yo desde mi arrogancia consideraba debía de ser, además de no recibir una atención, amor y un cariño la cual yo quería que fuese de una determinada forma. Quería un padre a la carta. Al estar ensimismado en mi identidad de víctima hacía que nublara mi falta de amor y perdón hacia él, sin darme cuenta que esa era la causa de los muchos conflictos los cuales se materializaban en nuestra relación, además esto generaba desavenencias en el ambiente familiar y creaba ciertos bandos entre mi madre, mi padre, mis hermanos y yo. Vivía un ambiente hostil lleno de exigencias por mi parte.
Al cumplir los 27 años empecé a cuestionar muchas de las cosas las cuales me habían dicho y yo había creído de cómo era la vida, haciéndome preguntas vitales y existenciales y encontrando muchas respuestas. Ahí empezó un verdadero cambio en la forma de cómo me relacionaba conmigo mismo y con el resto de personas. Comprendí, que el amor era una cosa totalmente diferente de lo que me habían dicho y entendí que no podía estar esperando que los demás me diesen aquello que, o bien no tenían, o si tenían, pero decidían no dármelo. Cuando entendí de forma directa lo que era el verdadero perdón y el amor, entonces cambió radicalmente la forma de percibir a mi padre y a mi mismo y en vez de esperar de él a que fuese el padre que yo deseaba, lo acepte y lo ame tal cual era.
Entendí el verdadero poder del perdón, el cual me hizo comprender que si deshacía las expectativas de cómo debería ser mi padre, lo que quedaba, era el amor hacia quien estaba detrás de la idea de cómo quería que fuese mi padre. En ese momento empecé a ver su Ser, más allá de mis ideas y expectativas hacia él y el rechazo que generaban estas. Me sentí libre, y a partir de ahí empezó una relación de Ser a Ser y sentí que la rueda kármica quedó deshecha, víctima y victimario desaparecieron a la vez y con ello la proyección de culpabilidad hacia mi padre.
El verdadero perdón es una decisión de querer ver más allá de la percepción errónea que se tiene sobre la vida, el mundo y las relaciones con los demás.
La experiencia de perdón que tuve con mi padre, la cual me hizo sentirme libre del odio, ira, rabia y frustración, hizo que me quedara algo bastante claro, y es que no podemos obligar a nada y a nadie a que sea diferente de cómo es, lo único que podemos hacer para transformar nuestras relaciones es dar aquello que consideramos falta en cualquier situación o relación, ya que el mayor generador de conflictos en las relaciones, es la falta de amor. Perdonar es el puente para llegar a tener una visión desde el amor y deshacer nuestros karmas.
Puedo deciros que a partir de ese momento la forma de ver a mi padre fue desde la comprensión hacia mi mismo ya que me identificaba como víctima, lo cual me imposibilitaba ver más allá y poder realmente amarme y amarlo. Resolví la causa, la cual era la percepción errónea de quien quería que fuese mi padre, percepción impregnada de exigencia. Cuando se cerró el ciclo kármico pude entender cómo opera la ley del perdón, me sentí totalmente libre de demandas y exigencias hacia mi padre, sin estar supeditado a “un amor” que nunca llegaba como yo deseaba y comprendiendo más bien que Yo tenía amor para con él y los demás.
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