Fumar es un hábito como cualquier otro, tenemos cientos de hábitos en nuestra vida, muchos de ellos nos ayudan a mejorar en nuestro día a día, el hábito de gestionar el tiempo, el hábito de conducir, el hábito de ducharnos, el hábito de hacer ejercicio, el hábito de cenar o comer a una determinada hora y así la lista de hábitos puede continuar, pero ¿qué ocurre cuando un hábito está tan arraigado en nosotros que no podemos deshacernos de él? ¿qué nos impide soltar dicho hábito? Inconscientemente el fumador piensa que si deja de fumar deja de respirar, por lo tanto cómo va a dejar de fumar (respirar), si eso equivaldría a morir.
Detrás del hábito de fumar existen ciertos pensamientos inconscientes junto con una historia que nos contamos de cómo fueron las situaciones pasadas de nuestra vida, que nos desagrada en nuestro presente y a que tenemos miedo que ocurra en el futuro. Todos esos pensamientos generan cierta ansiedad y estrés a nivel emocional y la tendencia es a querer calmar esa emocionalidad a través de inhalar el humo de los cigarrillos, todo un intento en vano, que no hace más que perpetuar el hábito de seguir identificándose en los pensamientos y la historia que me creo en mi mente y finalmente como consecuencia seguir fumando.
Detrás de cada hábito perjudicial siempre hay intenciones positivas aunque aparentemente parezcan negativas y sin ser conscientes de ello, con esto no estoy diciendo que es bueno fumar, donde quiero apuntar es en la causa que provoca el acto de llevarnos el cigarrillo a la boca, así que el acto de llevarnos el cigarrillo a la boca e inhalar el humo lo que se pretende es buscar lo creemos que la sustancia nos ofrece, para algunas personas puede ser que digan “el tabaco me tranquiliza”, “fumar me relaja”, “el tabaco me hace compañía”, “fumar hace que tenga una pausa en mi trabajo”, “me gusta fumar”, “me gusta el sabor del tabaco”, todas estas afirmaciones son solo otra historia mas que nos contamos para no descubrir lo que verdaderamente hay a un nivel más profundo.
El hábito de inhalar y exhalar humo está ligado a al acto cíclico de respirar, queremos calmarnos respirando a través del cigarrillo como si estuviésemos conectados a una “máquina”. Cuando sentimos cierta presión, ansiedad o estrés en alguna situación de nuestra vida, nuestro pecho se contrae, la respiración se limita y se hace pobre y corta, así pues en una decisión casi inmediata y automática buscamos el cigarrillo para llenar nuestros pulmones de aire (humo) en el ejercicio de querer expandir nuestro pecho y por fin RESPIRAR, por fin RESPIRAR.